José y Claudia amaban las comidas familiares, especialmente porque sus hijos ya estaban en el CETAC y cada vez se veían menos.
Andrea había leído sobre un festival en China en el que comían carne de perro. Al terminar se quedó pasmada, alarmada de que ocurriera algo así. También se enteró sobre las protestas contra esa tradición.
En la cena le contó a su familia. La reacción fue de extrañeza y rechazo. Preguntaron si era posible hacer algo para evitar esa práctica.
—En serio, ¿no hay forma de que alguien haga algo contra esto? —preguntó José.
—Vi muchas protestas, papá, incluso colectas de firmas, pero no se sabe qué va a pasar —respondió Andrea.
Julio preguntó si la ONU podía invadir China para evitarlo. Andrea contestó:
—¡No, Julio! ¿Cómo crees? ¡Ves mucha televisión!
—Yo decía… Se supone que buscan el respeto a los derechos humanos…
—¿Y los derechos humanos aplican a seres que no son humanos? —preguntó Claudia intrigada.
—No tengo idea, ¿qué sabes sobre eso, Julio? —preguntó José.
—He escuchado sobre derechos humanos y un poco sobre derechos de los animales —respondió Julio—. Los primeros nos los explicaron en clase de Filosofía, son muy importantes. Existen para garantizar que las personas sean respetadas y vivan bien. Sobre derechos de los animales, el profesor habló muy poco. Dijo que la Bioética estudia cosas así. También nos contó que algunas personas son vegetarianas porque creen que los animales también tienen derechos. Ellos promueven ese hábito entre las demás personas.
—¿Entonces ya no deberíamos comer carne? —pregunto José sorprendido.
—¿Y, luego, qué vamos a comer? Justo ayer comimos tacos y nadie se quejó —agregó Claudia.
—Pero es diferente, ¡los perros no son para comer! —exclamó Andrea indignada.
—¿Las vacas, pollos y cerdos sí? —preguntó José.
—A esos siempre nos los hemos comido —respondió Andrea.
—Entonces, ¿no tienen los mismos derechos que los otros animales? —cuestionó Julio.
—No sé, nunca lo había pensado bien. Tú deberías saber más, Julio —dijo Andrea.
Julio dijo que lo investigaría.
Al otro día, terminada la clase de Filosofía, Julio abordó al profesor Francisco para preguntarle sobre lo que habían platicado en su casa:
—Mi hermana encontró una noticia de que comen perros en China. La verdad, nos impresionó mucho, y al final ya no sabíamos bien qué decir. Recordé lo que nos dijo sobre los derechos de los animales, pero nos confundimos más cuando pensamos no solo en los perros sino también en otros animales.
—¿Qué otros?
—Pensamos en las vacas, cerdos y otros animales que normalmente comemos. No supimos si se les debe tratar como a los perros u otras mascotas.
—Esto tiene que ver con la forma en que se ha entendido al hombre y su lugar en el mundo. De inicio, debes preguntarte qué es el hombre y cómo se ha respondido esto a lo largo de la historia. Hasta hace poco, digamos, el siglo XX, se creía que el hombre era el ser más importante. A esta postura se le llama «antropocentrismo». Sus orígenes pueden rastrearse desde la Antigüedad. Por ejemplo, en La Biblia se considera que el mundo fue creado para uso del ser humano, entonces podemos cazar, pescar y utilizar toda la naturaleza para nuestro beneficio.
—¿Y eso es cierto?
—Tratamos a los demás seres como pensamos que son. Si pensamos que están ahí para nosotros, simplemente hacemos uso de ellos, como cualquier otra cosa.
—Esto se parece a lo que ocurre con los seres humanos. Si consideramos que alguien es inferior, así lo tratamos. Oiga, ¿los animales tienen derechos en la misma forma que nosotros?
—Antes se pensaba que el hombre era el único ser racional. Entonces el mundo debía aportar todo lo posible para el progreso del ser humano. Pero esta idea ha cambiado. Ahora sabemos que los recursos naturales son limitados y que el hombre no es muy diferente a los otros seres vivos. Es decir, somos animales que habitamos en el mundo.
—Entonces, ¿el problema real es cómo nos pensamos como seres humanos?
—Si pensamos que por ser hombres tenemos derecho a acabar con el mundo para cubrir nuestras necesidades, entonces vamos a hacer lo que me dijiste, no solo con los perros sino también sobre todos los demás animales.
—Y si respetamos a los animales, ¿de qué se alimentarían las personas?
—Es un tema más difícil, pues hay mucha hambre en el mundo y satisfacer las necesidades humanas es importante. A veces quienes defienden los derechos de los animales olvidan que hay una buena parte de la población mundial que padece hambre. Quizá haya cosas más prioritarias que los derechos de los animales. Te digo que es un problema difícil. Y eso que no hemos hablado de la variedad de costumbres.
—¿Qué pasa con eso?
—Hay tantas ideas sobre lo que es comestible y lo que no, que podrías dedicar años a entender las costumbres de cada cultura. Por ejemplo, en algunas se ha practicado el canibalismo. Creo que frente al hecho de comer carne de animales, esto es mucho más asombroso.
Julio volvió a su casa y platicó con su familia lo que conversó con el maestro. Aunque tenía más preguntas que respuestas. Desde donde lo viera, había problemas difíciles.
Luis Aarón Patiño Palafox
Es texto toma relevancia en los jóvenes para entender las problemáticas actuales, y de igual forma comprender la relación existente entre el hombre-naturaleza y el consumo responsable y sostenible de los recursos, respetando las diversas culturas existentes.