Fin

 

El fin o la finalidad de una acción humana es su objetivo. Es aquello que se busca conseguir, y para lo que se requiere medios específicos.

El término finalidad tiene varios usos en filosofía, y aunque están íntimamente relacionados, no todos son relevantes para el curso de Ética. En particular, debemos distinguir el uso ético de finalidad del metafísico, comúnmente usado en metafísica. Así, cuando buscamos la palabra “Fin” en el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano (FCE), tenemos cuatro definiciones:

  • “término, en el sentido aristotélico, como cuando se dice: ‘la naturaleza busca siempre el fin’, o sea ‘huye del infinito.’

Esta definición pertenece a la metafísica y a la filosofía de la naturaleza: las cosas no se extienden para siempre, sino que acaban. En pocas palabras, se refiere a lo que entendemos como “The End” en las películas.

  • “cumplimiento o perfección, en el sentido de la palabra griega télos.”

En esta acepción, el fin no es necesariamente el fin de una acción. Se parece más a la idea que tenemos de realización o maduración. Por ejemplo, decimos que una persona está realizada cuando es feliz, tiene amigos, un buen trabajo o que ha logrado superar los deseos vanos. Esta persona ha llegado al punto más alto en su vida. De modo muy parecido, decimos que una fruta madura cuando está en su punto. Esto es el télos o fin.

  • “punto de mira o causa final, en el sentido de la cuarta causa aristotélica.”

Aunque esta definición de “fin” pertenece a la filosofía aristotélica, también ha sido usada en otros contextos. Cuando nos preguntamos qué causa un evento o movimiento, suponemos que algo lo provocó. Pero no siempre creemos que la causa antecede al evento. Por ejemplo, pensemos que a un estudiante le prometen un premio si aprueba sus exámenes. Uno podría creer que la causa de aprobar los exámenes está en que el estudiante estudio (“Si no estudias, no pasas”). Pero además de estudiar, el estudiante pasó los exámenes porque quería alcanzar el premio (“El estudiante pasó los exámenes porque quería el premio”). El premio es una causa final, es un fin.

  • “intento o mira, o sea la finalidad en su aspecto subjetivo, como término de una cierta intención, pero que puede ser también diferente del término al cual esta intención se dirige en realidad.”

Esta definición se parece mucho a la 3. Pero hay una matiz importante: cuando hablamos de fines, no siempre nos referimos a los objetivos que queremos alcanzar (el premio), sino a la intención detrás de nuestras acciones. En el mismo caso del estudiante, diremos que su intencionalidad o fin es conseguir el premio. Nótese que en la definición anterior la finalidad era el premio mismo; en este caso es el deseo de conseguirlo. Lo peculiar de esta acepción de “fin” es que se refiere a lo subjetivo o psicológico, no a las cosas (objetivas) que intentamos alcanzar.

Aunque todas las definiciones podrían ser llevadas al tema de la ética, las que claramente tienen un componente ético son la 3 y la 4 (sólo en algunos casos la 2 puede ser relevante para la ética, por ejemplo, cuando suponemos que el ser humano tiene una finalidad en sí mismo, y que debe cumplirla, es decir, realizarse como persona.) La definición 3 nos lleva a discutir qué deseamos o buscamos, en otras palabras distinguir y jerarquizar entre fines. Por ejemplo, uno puede criticar a las personas que buscan sólo la fama y el dinero porque sus fines son superficiales. Por otro lado, la definición 4 nos lleva a un tema muy interesante: una acción es buena porque resultó ser buena o porque era intencionalmente buena. Kant dice que la bondad de una acción está en la intención (lo que se desea), y no en los efectos. Por ejemplo, si yo cuido a una persona enferma porque quiero ser reconocido como humanitario, y con ello ganarme el reconocimiento de los demás, ¿hice bien en cuidar al enfermo? No es seguro que aceptaríamos llamar buena a esta persona. Por otro lado, si yo cuida a alguien, considerando que es correcto cuidar a los desvalidos, ¿actúo bien? Uno diría que sí. Pero, ¿qué pasa si la cuido porque debo cuidarla (creo que es bueno), aunque odie hacerlo? ¿Se puede actuar bondadosamente, es decir, según lo que dicta el deber, aunque se odie hacerlo? Para Kant era más importante el deber (hacer algo intencionalmente correcto), que tener buenos resultados. Incluso si un médico mata por accidente a un paciente, actuó correctamente, si en el fondo de su corazón quería ayudar al enfermo.

Veamos lo que dice Immanuel Kant. Incluiré entre corchetes algunas explicaciones:

“Pero supongamos que el ánimo de ese filántropo [al que le gusta hacer el bien; un Superman cualquiera] está envuelto en las nubes de un propio dolor, que apaga en él toda conmiseración por la suerte del prójimo; supongamos, además, que le queda todavía con qué hacer el bien a otros miserables, aunque la miseria ajena no lo conmueve, porque lo basta la suya para ocuparle; si entonces, cuando ninguna inclinación le empuja a ello [cuando no quiere ningún premio o placer en ayudar; esta es la definición 3 de Abbagnano], sabe desasirse de esa mortal insensibilidad y realiza la acción benéfica sin inclinación alguna, sólo por deber, entonces, y sólo entonces, posee esta acción su verdadero valor moral [en este momento el deber es su fin, su intencionalidad, y no un beneficio o placer]. Pero hay más aún: un hombre a quien la naturaleza haya puesto en el corazón poca simpatía; un hombre que, siendo, por lo demás, honrado, fuese de temperamento frío e indiferente a los dolores ajenos, acaso porque él mismo acepta los suyos con el don peculiar de la paciencia y fuerza de resistencia, y supone estas mismas cualidades, o hasta las exige, igualmente en los demás; un hombre como éste -que no sería de seguro el peor producto de la naturaleza-, desprovisto de cuanto es necesario para ser un filántropo, ¿no encontraría, sin embargo, en sí mismo cierto germen capaz de darle un valor mucho más alto que el que pueda derivarse de un temperamento bueno? ¡Es claro que sí! Precisamente en ello estriba el valor del carácter moral, del carácter que, sin comparación, es el supremo: en hacer el bien, no por inclinación, sino por deber.” (Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. Manuel García Morente. Edición de Pedro M. Rosario Barbosa, Puerto Rico, 1921, p. 12. El libro puede encontrarse en esta liga http://pmrb.net/books/kantfund/fund_metaf_costumbres_vD.pdf)

Sebastián Lomelí

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