El sabio de China

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Aprendizaje 1. Distinguir argumentaciones de otros tipos de interacciones lingüísticas

Versión 310815

El sabio de China

Hugo Enrique Sánchez

Las clases del día habían terminado. Algunos estudiantes se quedaron en el bachillerato para jugar futbol. Otros más, para practicar con el maestro de música. Agustín estaba sentado bajo la sombra de un árbol, leyendo. Sus amigos se aproximaron a él con mucho cuidado, como si trataran de no despertarlo, pues leía con tanta atención que parecía estar soñando.

Román ―¿Y ahora?

Agustín levantó la cabeza y reconoció a Román. Con él iban Tomás, Dámaso, Natividad y su hermana Sagrario. Agustín cerró su libro, levantó un poco la cara y se quedó pensativo, mirando hacia las canchas de futbol.

Tomás ―¿No me digas que tenemos que leer eso para la clase de LEOyE?

Dámaso ―No se espante, Tomás. La maestra dijo que nos iba a encargar que leyéramos un libro a mitad del semestre. Apenas llevamos dos semanas de clases.

Tomás ―¡Qué alivio! Pero entonces no entiendo por qué lee Agustín.

Natividad ―Bueno, Tomás, ¿está prohibido leer por puro gusto?

Román ―A mí nada más me gusta leer la primera plana del periódico: las letras están bien grandotas y tiene muchas fotos. Acaba uno bien rápido.

Agustín puso el libro a un lado y miró a sus amigos.

Román ―¿Entonces qué? ¿Nos dirás qué lees y por qué?, ¿o no?

Agustín ―Encontré este libro en el montón de papeles que mi tío llevaba a reciclar. Se me hizo feo que lo echaran, así nada más, entre tantos papeles.

Natividad ―¿Y de qué es? ¿Está bueno?

Agustín ―Sí, me está gustando mucho. Es un libro de fábulas chinas. Además, son bien cortitas y hay sobre muchas cosas.

Sagrario ―¡Anda, Agustín, cuéntanos una!

Agustín ―Había un señor al que le robaron su hacha. Él sospechaba del vecino. Se le hacía que caminaba, hablaba, comía y todo como lo hace un ladrón. Luego encontró el hacha y ya vio a su vecino normal otra vez. Después ya no le parecía que caminaba ni hacía cosas como un ratero.

¿Eso qué? ¿A eso llamas una historia interesante? ―dijo Román con un tono de sorpresa y hasta de enojo―. No sabía que te gustaran los chismes.

Sagrario ―¡A mí sí me gustó!

Román ―Pues claro, lo que sea que diga Agustín te va a gustar. Aunque te leyera el recibo de la luz estarías sonriente.

Sagrario respondió ―Román, te voy a ignorar―. Volteó hacia Agustín y dijo ―Dime, ¿qué te hizo pensar la lectura?

Román no supo qué decir y se quedó callado, esperando el momento para decirle algo a Sagrario.

Agustín ―Me hizo pensar en que es verdad que cuando uno está convencido de algo le parece que todo lo confirma.

Román ―Es como Sagrario, como está convencida de que estás enamorado de ella, piensa que todo lo que haces es para que te corresponda. Seguro ahora piensa que estás diciendo todo esto para impresionarla.

Sagrario se ruborizó y bajó la mirada. Ahora era ella quien no sabía qué decir. Quería poner en su lugar a Román pero no quería negar lo que él había dicho.

Dámaso ―¿Y qué más estaba usted pensando, Agustín? ¡No me diga que eso es todo! Cuando nosotros llegamos, usted ya llevaba rato aquí sentado, leyendo y pensando.

Agustín ―Pues me acordé de mi hermana. Quería tanto que le regalaran un caballo en su cumpleaños que creyó que sí se lo iban a dar. Vio que había algunas varitas de alfalfa frente al jardín y pensó que eran para darle de comer a su caballo. Luego escuchó unos golpes como de metales y pensó que ya le estaban haciendo sus herraduras.

Sagrario ―¿Y qué le regalaron?

Agustín ―Un caballito de peluche.

Tomás ―¡Vaya decepción! ¿Y la alfalfa?, ¿y los ruidos de metales?

Agustín ―Ya luego se enteró de que estaban construyendo una casa cerca del hospitalito, y a veces se oían los ruidos hasta su cuarto. Y lo de la alfalfa era porque el vecino tiene unos conejos.

Román ―¿Y qué más?

Agustín ―Pues esa es la historia.

Dámaso ―Pero si es una fábula, ¿no debe tener una moraleja?

Agustín ―Esta no tiene. Lo que les dije es todo lo que está escrito.

Dámaso ―A mí me gustan las moralejas y como aquí no hay, ahí les va una. Señoras y señores, escuchen: «Cuídate de no creer algo sin fundamento».

Natividad ―¡Ándale! Y así, con la voz de Dámaso, siempre hablándonos de «usted» y con su porte de profe, hasta se me hace que sí le creo.

Román ―No, pues, vamos doblemente mal.

Natividad ―¿Por qué?

Román ―Pues, Dámaso dice que no hay que creer sin fundamento. Y tú, en cambio, Nati, tú le crees nada más porque parece un profe en chiquito y porque nos habla de «usted». Si lo hubiera dicho yo, quizá no lo creerías.

Agustín ―Pero sería una buena moraleja, ¿no? ¡Imagínense lo que pasaría si creyéramos cosas nada más porque sí!

Tomás ―No sé, Agustín. Yo hubiera sacado otra conclusión de esa historia. ¿Qué tal que el vecino sí se robó el hacha pero la regresó porque ya no tenía de otra?

Sagrario ―¿Qué dirías tú, entonces?

Tomás ―Que la moraleja es: debemos cuidar nuestras cosas y desconfiar hasta del vecino.

Román ―Pero no puedes vivir desconfiando de todos.

Natividad ―Eso dice mi mamá: «Hombre precavido vale por dos».

Sagrario ―Pero eso te lo dice mi mamá para que pongas atención en lo que haces y para que no te confíes, porque eres muy descuidada.

Natividad ―Yo pienso que la fábula sirve para advertirnos que cuidemos nuestras creencias como cuidamos nuestras cosas.

Agustín ―¿Cómo se le hace para cuidar una creencia?

Dámaso ―Ya lo dije hace un rato: evitando creer cosas sin razones.

Agustín ―Y revisando que la información que tenemos sea buena. Si mi hermana hubiera revisado de dónde venían los ruidos y la alfalfa, no hubiera creído que le regalarían un caballo. Y, pues, también debemos guiarnos por los hechos y no por lo que uno quiere que pase, así esté ya convencido o lo quiera mucho.

Sagrario festejó que hubiera salvado el libro de la trituradora. Natividad preguntó cuántas fábulas tenía el libro. Agustín dijo que más de cien.

Román habló de nuevo ―¡Podríamos estar todo el semestre hablando de ellos! El hombre que escribió el libro es un gran sabio chino. Yo sé que tiene una barbita y una bata anaranjada, y es muy pacífico.

Sagrario ―¿Lo sabes o te lo imaginas?

Román ―Lo sé, por supuesto.

Sagrario ―¿Cómo lo sabes?

Román ―Lo sé y ya, no tengo por qué decir cómo es que lo sé.

Los demás hicieron una expresión de desacuerdo, pero solo Sagrario dijo algo ―Ya ves, yo digo que sólo te imaginas.

Dámaso ―¿Y por qué piensa usted que la misma persona escribió todas las historias?

Román ―Porque todas las historias están en el mismo libro.

Natividad ―No creo. Yo tengo un libro de poesía y tiene poemas de muchos autores.

Román ―Pero esos poemas son diferentes y aquí todas las historias son del mismo tipo.

Natividad ―¿Y cómo sabes qué libro tengo?

Román ―Pues, me imagino. Así son todos los libros.

Tomás ―¿Y a poco ya leíste el libro de Agustín?

Román ―Nada más que él lo acabe y que me lo preste.

Sagrario ―¿O sea que todo lo que dices es pura suposición?

Agustín ―Y además es falso. Las fábulas son de muchos autores. Aquí vienen sus nombres.

Román ―Pues, es que ese sabio chino era muy conocido en muchos lugares y le cambiaban de nombre.

Tomás ―¿De dónde sacas tanta cosa?

Román ―Pues, son cosas que sé.

Agustín ―Pero, mira, las historias son de distintos siglos. ¿A poco ese sabio chino vivió tantísimo?

Román ―Pues, ahora sí, no sé qué decir…

Dámaso ―Diga que se equivocó y que por andar a las carreras no cuida lo que cree ni lo que dice. Si existiera ese sabio que usted admira, estaría avergonzado de usted: sus enseñanzas le entraron por una oreja y le salieron por la otra.

Agustín ―¡Ay! ¡Eso debió doler!

Natividad ―Y ahora que Román no tiene nada que decir, ¿qué hacemos?

Tomás dijo que se iba, pues al día siguiente le tocaba llevar el uniforme de deportes y no lo había lavado. Sagrario y Natividad también se despidieron. Estaban muy animosas. La plática les había gustado mucho y por esa tenían ganas de leer algún libro.

Al quedarse solos, Román dijo ―Dámaso, Agustín, ¿entonces…?

Dámaso ―Ahí está el balón.

Agustín ―La cancha está vacía.

Román ―Yo le entro, vamos.

 

 

Guía para facilitar el diálogo a partir del texto El sabio de China

En este texto se presenta un diálogo entre Agustín y sus amigos. La conversación se desencadena por un hecho inusual para ellos: Agustín lee en vez de jugar. Sus compañeros quieren saber qué lee y por qué, en el entretanto surgen diversas interpretaciones del texto que lee Agustín y se forman diversas opiniones.

 

La finalidad detrás del diálogo es, por una parte, hacer énfasis en las motivaciones que pueden hacer surgir la argumentación, cuáles son los diversos usos del lenguaje y cómo algunos de estos se relacionan con la justificación racional de nuestras creencias. Asimismo, se busca dar elementos para distinguir y reconocer diferentes actos de habla que pueden darse en las prácticas argumentativas que son distintos del solo acto de argumentar: las relaciones que guardan la argumentación y las explicaciones, las narraciones, las órdenes, las preguntas, entre otras. Por otra parte, en El sabio de China también pueden encontrarse elementos que permitirán distinguir las emisiones realizativas de las emisiones constatativas, y sus funciones como son la intención que tiene el emisor y la reacción que este busca generar con ella en la persona a quien se dirige.

 

Las emisiones realizativas no son evaluables en términos de verdad o falsedad porque no describen un hecho sino que, por medio de ellas, se realiza una acción. Las emisiones constatativas son evaluables en términos de verdad o falsedad, pues describen un hecho, dicen que algo ocurre.

 

 

Plan de discusión 1. Actos de habla

  1. Agustín narra a sus compañeros cómo obtuvo el libro que lee. Tomás dice: ¡Vaya decepción! ¿Es lo mismo narrar que expresar?
  2. Cuando alguien dice A) No te espantes, y otra persona dice B) ¡Qué alivio!, ¿están haciendo lo mismo? ¿En qué son diferentes? ¿Qué están haciendo en cada caso?
  3. En otros momentos dicen C) Es un libro de fábulas chinas. D) ¿Cómo lo sabes?

¿En qué son iguales y en qué son diferentes estos actos de habla?

  1. Cuando hablamos, ¿tenemos una intención?
  2. ¿Siempre que hablamos nos dirigimos a alguien? ¿Hay un momento de la historia en que alguien hable pero no se dirija a otra persona?
  3. ¿Nuestras intenciones al hablar tienen relación con quienes nos escuchan?
  4. Consideremos este diálogo: A) ―¿Y qué le regalaron? B) ―Un caballito de peluche. ¿Las emisiones se dirigen a alguien? ¿Cuál es la intención en cada caso?
  5. ¿Qué se está haciendo en cada caso? ¿Qué tipo de enunciado se emite?
  6. ¿Qué hacemos cuando hablamos?

 

 

Plan de discusión 2. Diferencias entre argumentaciones y otras interacciones

1. Agustín dice: ¡Imagínense lo que pasaría si creyéramos cosas nada más porque sí!, ¿hay cosas que creemos nada más porque sí?

2. ¿Qué es lo contrario de «creer algo nada más porque sí?»

3. ¿Hay alguna parte de la historia en que sea claro que los personajes creen algo solamente porque sí y hay otra parte en la que se tengan razones para creer?

4. ¿Podemos pensar lo mismo de las órdenes que de las creencias? ¿Se puede ordenar diciendo «hazlo porque sí» o se puede dar razones de por qué hacerlo?

5. ¿Es lo mismo tener razones para creer algo que no tener razones para creerlo?

6. ¿Siempre que hablamos damos razones de lo que decimos? Si no es así, ¿cuándo lo hacemos? ¿Siempre tenemos que dar razones?

7. Agustín y sus amigos tienen maneras diferentes de entender la narración, ¿cómo podríamos decidir cuál es la mejor?

8. ¿Qué es argumentar?

9. ¿Cuál es la diferencia entre argumentar y no hacerlo?

 

Ejercicios

Ejercicio 1. Identificar emisiones constatativas y realizativas.

A lo largo de la narración, Agustín y sus amigos hacen diversas afirmaciones no solo por medio de enunciados declarativos, sino también bajo la forma de preguntas o exclamaciones.

A) Considerar los siguientes enunciados y explicar si se trata de emisiones constatativas o realizativas.

B) En cada caso, establecer un contexto de emisión.

¿Hay alguna ciudad más bella que la de Puebla?

¡No quiero comer más!

¿Que si en Chihuahua hace frío en invierno?

¿No te gustaría saber qué sorpresa he preparado para ti?

Si quieres comer, trabaja.

¡No hables con la boca llena!

¿Crees que si no te quisiera, vendría todos los días?

Sigue molestando y ya veremos.

¿Quieres casarte conmigo?

¡Nada de mentiras en esta casa!

¿Prometes llegar temprano y preparar la cena?

¡Qué buen café el de Chiapas!

Tienes tiempo para ir con tus amigos, pero no para la escuela.

¿No te gustaría tener un trabajo bien pagado?

Ves que no tenemos dinero y no buscas trabajo.

Ejercicio 2. Identificar emisiones constatativas y realizativas.

Los enunciados constatativos pueden ser verdaderos (o falsos) en una (o más de una) ocasión, pues su función es describir algo como teniendo o no una propiedad. Los enunciados realizativos, por su parte, no pueden ser valorados en cuanto a su verdad o falsedad puesto que su función no es describir algo de cierta manera, sino que hacen o piden que una acción se realice (rogar, amenazar, invitar, son algunos ejemplos).

Instrucciones.

A) Leer la siguiente lista de enunciados e identificar cuáles son enunciados constatativos y cuáles son enunciados realizativos.

B) Para cada enunciado realizativo que se identifique, presentar al menos dos situaciones en las cuales sea falso.

C) En el caso de los enunciados realizativos, enunciar la acción que se hace o se pide que se haga por medio de ellos.

1. Hay al menos dos estudiantes extranjeros en este salón.

2. Nunca comas sin lavarte las manos.

3. Te juro que no hice trampa en la competencia.

4. La selección mexicana de futbol ha ganado en tres ocasiones la copa mundial.

5. El número de planetas en el sistema solar es par.

6. Juan tiene cuando mucho cuatro primos que viven en Sinaloa.

7. Te prometo que tu dinero estará seguro conmigo.

8. Antes de hablar, piensa lo que dirás.

9. Los pandas habitan principalmente en Sudáfrica.

10. Te prohíbo que salgas esta noche.

11. El idioma oficial de México es el náhuatl.

12. Te suplico que llegues temprano a casa.

13. El llano en llamas de Juan Rulfo es un libro que integra más de diez cuentos.

14. Este lugar es peligroso, es mejor que nos vayamos antes de que anochezca.

15. Rosario Castellanos es una escritora mexicana, autora de Balún Canán.

16. La materia de Lógica es obligatoria en el sistema de bachillerato tecnológico.

17. Tengo esperanza de pasar el examen de Química.

18. Juan me invitó a viajar con su familia este fin de semana.

19. Te invito a mi casa, habrá una fiesta.

20. Hay tantos libros en la biblioteca como estudiantes en toda la escuela.

Ejercicio 3. Identificar actos de habla.

Algunas preguntas no tienen la intención de pedir información sino que, disfrazadas bajo la apariencia de una interrogación, hacen en realidad una afirmación u otra acción como una petición u orden.

Instrucciones.

A) Identificar tres preguntas en el texto cuya intención sea pedir información, y determinar si reciben o no una respuesta. En caso de que sí la reciban, explicar por qué la respuesta parece adecuada.

B) Identificar tres preguntas en el texto cuya intención no sea pedir información, sino hacer una afirmación. Indicar qué es lo que se afirma por medio de ellas.

C) Identificar tres preguntas que realicen una acción diferente a una afirmación o a una petición de información (un ruego, un regaño, por ejemplo).

D) Identificar tres enunciados que tengan la forma de una afirmación, pero que realicen un acto perlocucionario, es decir, que tengan un efecto en el receptor. Indicar cuál es ese efecto.

E) Identificar tres enunciados constatativos, es decir, enunciados cuya función sea afirmar que algo es o no de cierta manera, que algo ocurre o no.

Ejercicio 4. Identificar actos de habla.

Instrucciones.

A) Agrupar las siguientes emisiones en acuerdo con su fuerza ilocucionaria, es decir, cuáles son emitidas por el hablante con la misma intención.

B) Explicitar cuál es el acto ilocucionario que se hace por medio de ellas.

EmisiónIntención (convencer, persuadir, llegar a acuerdos)Acto ilocucionario (orden, petición, juramento, pregunta)
¿Qué tengo que hacer para que dejes de hacer ruido?
¿Puede usted cerrar las cortinas, por favor?
¿No quieres correr las cortinas?
¿Me invitas a comer?
¿Algún día me invitarás a comer?
¡Cállate, por lo que más quieras!
Todo está perfecto, salvo que las cortinas no están cerradas.
Tengo hambre.
Si dejaras de hablar, te lo agradecería.
No tengo dinero.
Me gustaría que las cortinas estuvieran cerradas, ¿te importaría?
Le pido atentamente que se mantenga en silencio.
Le agradezco que cierre las cortinas.
En boca cerrada no entran moscas.

Ejercicio 5. Diferenciar argumentaciones de otro tipo de interacciones.

Instrucciones.

A) Determinar cuáles textos involucran argumentación y cuáles no.

B) En los casos que haya argumentos (y no solo argumentos), identificar si hay operadores argumentales y cuáles son.

1. Casarse es lo peor de lo peor. Es más malo que tener una deuda millonaria, que estar enfermo de algo desconocido, que perder las llaves de tu casa.

2. Yo tuve que trabajar duro y juntar mi dinero para que mis hijos fueran a la escuela, y ellos tendrán que esforzarse para que los suyos sean profesionistas y hombres de bien. Mis nietos sabrán que nosotros hemos pensado siempre en ellos.

3. Si quieres mejorar tu rendimiento como atleta, debes comer saludablemente. Las frutas y verduras son alimentos saludables. Así que debes comerlas.

4. Fumar puede causar enfermedades como el cáncer de pulmón, boca o lengua; fumar daña los dientes y las uñas; fumar es costoso; fumar deteriora el rendimiento físico. Si quieres cuidar tu cuerpo, es mejor que no fumes.

5. Ayer dejé mi bicicleta encadenada en el parque; cuando regresé encontré la cadena rota y mi bicicleta ya no estaba. Al principio pensé que se trataba de una broma. Pero tuve que aceptarlo: se robaron mi bicicleta.

6. Aunque hay una nueva carnicería en el pueblo, seguimos comprándole a don Edmundo; sí da caro y a veces pesa de menos, pero más vale malo conocido que bueno por conocer.

Ejercicio 6. Diferenciar las argumentaciones de otro tipo de interacciones.

El cojo y el ciego

Cierto país fue invadido por el enemigo. Cuando un cojo se lo comunicó a un ciego y éste se cargó al cojo a las espaldas y escaparon juntos. Lo hicieron aprovechando lo mejor de cada uno.

Huai Nan Zi

Instrucciones.

A) ¿Cuál es la fuerza ilocucionaria de este texto? Es decir, ¿cuál es la finalidad que el autor pudo tener al escribir este texto?

B) Construir un argumento utilizando esta historia.

C) Indicar conclusión y sus premisas del argumento.

Ejercicio 7. Identificar implicaturas conversacionales en los actos de habla (A11).

Al quedarse solos, Román dijo ―Dámaso, Agustín, ¿entonces?

Dámaso ―Ahí está el balón.

Agustín ―La cancha está vacía.

Román ―Yo le entro; vamos.

Instrucciones.

A) Reescribir el diálogo usando enunciados que digan explícitamente la información que quiere transmitir el hablante con la emisión original.

B) Escribir en la columna respectiva los enunciados realizativos y constatativos.

Emisión originalEmisión con información explícitaTipo de enunciado constatativo/realizativo
Dámaso, Agustín, ¿entonces?
Ahí está el balón.
La cancha está vacía. 
Yo le entro; vamos.

Ejercicio 8. Diferenciar las argumentaciones de otro tipo de interacciones. 

Instrucciones.

A) Identificar en El sabio chino al menos tres argumentos.

B) Reescribirlos de manera que se muestre claramente que son argumentos, utilizando expresiones para las premisas o para la conclusión.

C) Una vez identificado y reescrito el argumento, convertirlo en una argumentación.

 

Sugerencias de lectura para el profesor

Austin, John (1990). Cómo hacer cosas con palabras (Trad. de Genaro R. Carrió y Eduardo A. Rabossi). Buenos Aires: Paidós.

Véase especialmente la Conferencia II.

Escandell, Victoria (2006). Introducción a la pragmática. Barcelona: Ariel.

Searl, John (1990). Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje (Trad. de Luis M. Valdés Villanueva). Barcelona: Cátedra.

Véase especialmente el Capítulo II.

Copi, Irving y Cohen, Carl (2011). Introducción a la lógica (Trad. Jorge Rangel). México: Limusa.

Véase especialmente el Capítulo I.

 

Sugerencias de lectura para los estudiantes

Castro Leal, Antonio (1979). “El dragón pragmatista” en El laurel de San Lorenzo. México: FCE.

Gaytán, David (2004). Estructuras básicas de razonamiento. México: UACM.

Boghossian, Paul (2009). El miedo al conocimiento (Trad. Fabio Morales). Madrid: Alianza.  Capítulo I.

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