Toño

Aprendizaje 1. Distinguir argumentaciones de otros tipos de interacciones lingüísticas

Versión 310815

Toño

Rafael Peralta

―Apá, mamá, ya no voy a ir a la escuela.

Las palabras por fin salieron de su boca. Toño sintió que sus padres lo miraban con cara de quien ve a otro escupir un alacrán vivo. Se quedaron callados por unos segundos que a Toño le parecieron eternos. Cuando por fin Doña Lucía abrió la boca para decir algo, su marido se le adelantó.

―¿Qué dices?

La cara de don Mario tenía una expresión nunca antes vista por su hijo, lo mismo parecía de enojo que de tristeza, de incredulidad que de decepción.

―Ya no voy a ir a la escuela, papá.

―¿Y se puede saber qué piensas hacer entonces?

―Me voy a ir al norte, con mi tío Juan.

―¡No, señor! ―gritó don Mario― ¡Eso sí que no! Me he pasado bastantes años trabajando a destajo para que tú no tengas que preocuparte más que de la escuela, esforzándome para que tengas chance de salir adelante. ¡Tú no te vas a ir al norte! ¡Y no quiero volver a oír semejantes ideas porque te parto la boca! ¿Me entendiste? ¡Te juro que si es necesario te arrastraré hasta la escuela todos los días!

Don Mario dejó caer su pesada mano sobre la mesa, se levantó sin terminar la cena, salió de casa y se alejó. Por la dirección en que caminaba, Toño intuyó que su papá iba a la casa de su tío Manuel, el hermano mayor de don Mario.

El silencio incómodo que quedó después de su partida fue roto por su madre.

―Ay, hijo, ¿por qué haces enojar a tu papá? No le digas esas cosas.

―Lo siento, ma’ ―la interrumpió el chico―, pero no lo digo nada más por hacerlo enojar. Es en serio, ya no quiero ir a la escuela. Y no me importan sus amenazas, estoy convencido.

―Pero, ¿por qué? No eres malo en ella, saliste bien de la secundaria y si entras al bachillerato tecnológico no solo puedes sacar el bachillerato sino también una carrera técnica y en una de esas hasta entrar a la universidad.

―No, mamá. En serio, ya lo pensé. Dígame, ¿para qué quiero ir a la universidad?

―Pues, para tener un buen trabajo, Toño. Uno en el que ganes bien y te permita tener una buena vida.

―Pero, mamá, mi tío Rodrigo estudió la universidad y ni trabajo encuentra. En cambio, mi tío Juan estudió hasta la secu, pero allá en el norte tiene chamba y gana bien. Vea nomás la casa que se está haciendo con el dinero que manda.

Doña Lucía se quedó callada. Lo que Toño decía era verdad. ¿Qué podía decirle a su hijo? ¿Cómo podía convencerlo de que no dejara la escuela? Algo en su interior le decía que debía haber buenas razones para que Toño siguiera estudiando, pero en ese momento se sentía incapaz de encontrar alguna qué decir a su muchacho para convencerlo.

―¡Ay, hijo! ―dijo finalmente doña Lucía― solo recuerda lo que dicen los refranes: «quien poco estudió, poco lució» y «cada día estudiando pasa el hombre de necio a sabio».

―Pues, eso dirán, mamá, y a la mejor es verdad, pero a mí no me convencen para no dejar la escuela. Yo quiero que me den buenas razones, no amenazas ni refranes.

Y con estas palabras, Toño cerró la conversación sobre el tema con su mamá. El resto de la velada hablaron poco, pero siempre de otros asuntos.

Al día siguiente, prácticamente todos en la familia estaban enterados de las ideas de Toño. Su papá se había encargado de contárselo a los tíos y los tíos a los primos. Y seguramente alguno de los primos, o tal vez de los tíos mismos, había ido con el chisme a la abuelita porque en cuanto el muchacho pasó por su casa, ella no dudó en llamarlo.

―Toño, m’hijo, ven un rato.

―¿Qué pasó, abuelita?

―Nomás te quiero contar una historia. Hace mucho que no escuchas mis historias, y eso que te gustaban mucho.

―Todavía me gustan, abue. Cuéntame, anda.

La abuela contó la historia de un hombre que, por no querer estudiar ―no por falta de inteligencia sino por flojera―, pasaba por muchas dificultades y terminaba por morir en la pobreza, una persona a la que la ambición y la soberbia, además de buscar siempre el camino fácil al éxito y a la riqueza, lo llevaron por el camino de la infelicidad y la desdicha.

Toño escuchó con atención la historia de su abuelita. No le pasó desapercibida la alusión a sus intenciones de dejar la escuela, e incluso llegó a sentirse conmovido por el final del desdichado protagonista. Sin embargo, le pareció que incluso esa historia no le daba buenas razones para no dejar la escuela. «A fin de cuentas ―pensó para sus adentros― se pueden inventar historias de muchas maneras, y lo mismo podrían hablar de alguien al que le va mal por no seguir estudiando que de alguien que abandona la escuela y le va súper bien». Pero no le dijo nada sobre eso a su abuelita para no molestarla.

―Muchas gracias, abue, es una historia muy interesante, pero debo irme porque me esperan en casa. Luego vengo a verte, ¿vale?

―Hasta luego, Toñito. Me alegra que te haya gustado.

Toño caminó rumbo a su casa, lentamente, pensativo. Cuando pasó frente al billar de don Morán, escuchó que alguien lo llamaba.

―¡Toño! ¡Ven!

El muchacho reconoció enseguida la voz de su tío Rodrigo, el universitario desempleado. Sonrió al verlo y se dirigió hacia él con los brazos abiertos. Hacía dos meses que no lo veía y, a pesar de lo que había dicho a su mamá, quería mucho a su tío, lo respetaba y admiraba.

―¡Qué pasó, tío! ¿Cómo estamos?

―Pues, acá saludando a los cuates y jugando un rato. ¿Le entras?

Toño decidió que no era mala idea jugar un poco, de modo que aceptó la invitación. En cuanto se inició el juego, su tío comenzó a platicar con él e inevitablemente, llegó al mismo tema.

―Escuché que quieres dejar la escuela, ¿qué pasó? ¿Por qué?

―Ya lo pensé, tío, y me parece que no tengo buenas razones para seguir en ella. Estudiar ya no garantiza que uno va a tener trabajo y dinero para poder vivir bien. En cambio, hay personas como mi tío Juan, que sin estudiar más que la secundaria ganan bastante y tienen para construir casa, comprar coche y hasta para mandar a su familia de vacaciones de vez en cuando.

―Es verdad lo que dices, Toño, pero de todos modos yo creo que hay buenas razones para que sigas estudiando en lugar de dejar la escuela desde ahorita, que estás todavía muy chico.

―Pues, hasta ahorita nadie me las ha dado. Mi papá me amenazó, juró que me llevaría a la escuela a rastras. Mi mamá me dijo unos refranes. Y mi abuelita, hace poco, me contó una historia para convencerme. Pero siento que ninguna de estas cosas me basta.

―Bueno, yo intentaré darte razones, escucha mis argumentos ―dijo sonriendo el tío Rodrigo.

―En primer lugar ―comenzó a decir el señor―, es verdad que la suerte de los que estudian puede ser muy mala, hasta parece que por uno al que le va bien, hay como diez a los que les va mal.

―Pues eso es lo que yo digo.

―Pero esto no se debe a los estudios mismos, sino a las situaciones sociales y económicas en que vivimos. Y si queremos terminar con estas situaciones, tenemos que estudiar lo que ocurre. ¿No te parece?

―Bueno, sí, creo que sí, tío.

―Pero con todo esto, el que estudia y aprende siempre tiene para sí la satisfacción del fruto de sus aprendizajes. Porque el esfuerzo del estudio se ve premiado, en primer lugar, con el conocimiento, no con riquezas o bienes materiales.

―Parece que es verdad. Yo mismo me siento muy bien cuando aprendo algo nuevo o logro entender algo que me costaba trabajo.

―Además el ignorante rico puede tener quien lo adule con tal de sacar provecho de la riqueza del otro; pero el estudioso y conocedor, aunque sea pobre, siempre tendrá quien lo aprecie, quien lo ame y alabe a pesar de su pobreza. Finalmente, el necio se llamará dichoso mientras sea rico; el sabio lo será realmente en medio de la desgracia si junta la ilustración y la virtud.

Toño se quedó callado. Parecía que lo que decía su tío era cierto. El mismo Rodrigo parecía ser el ejemplo de lo que decía. No tenía bastante dinero, pero siempre parecía ser feliz, y a pesar de su situación, siempre estaba rodeado de personas que lo apreciaban y admiraban. Toño mismo era una de esas personas. Sin saber qué decir, Toño vio a su tío a los ojos y le sonrió con la mirada.

 

 

Guía para facilitar el diálogo a partir del texto Toño.

 

El relato Toño presenta situaciones en que se intenta convencer de algo al personaje central mediante diferentes estrategias. El padre realiza un juramento para hacer ver a su hijo que le conviene más ir a la escuela por cuenta propia; la madre recurre al uso de refranes, de ideas sueltas que, si bien le parecen verdaderas o correctas, simplemente enuncia y no fundamenta. La abuela, por su lado, recurre a un relato en que pretende mostrar la conveniencia de seguir estudiando y las desventajas de no hacerlo; el tío intenta convencer a Toño mediante argumentos, con razones que se enlazan y apoyan entre sí para fundamentar una idea.

 

Las preguntas que se presentan a continuación tienen el propósito de encaminar la reflexión y discusión de los estudiantes en torno a qué es lo que hace cada uno de los personajes que intentan convencer a Toño para no dejar la escuela, ¿cuál es la diferencia entre hacer un juramento para convencer a otro de algo, enunciar una idea sin fundamentarla, relatar una historia y argumentar? ¿Qué tienen en común todas estas acciones, aparte de la intención que tienen en la historia de Toño? ¿Para qué se usa cada una? ¿Para qué cosas es más útil o eficiente cada una?

 

Las respuestas a estas preguntas corresponden diferentes actos de habla.

 

Plan de discusión 1. Lo que queremos cuando hablamos y cuando argumentamos.

 

  1. ¿Cuál es la intención del padre de Toño cuando jura que lo arrastrará hasta la escuela todos los días si es necesario?
  2. Cuando la mamá de Toño dice los dos refranes, ¿qué pretende lograr?
  3. Aparte de decir refranes, ¿hay formas diferentes de intentar lo mismo que pretende la mamá de Toño?
  4. ¿Cuál es la intención de la abuelita al contarle a Toño la historia?
  5. El tío le dice a Toño «escucha mis argumentos». ¿En qué se distingue de lo que hicieron antes el papá, la mamá y la abuelita de Toño?
  6. ¿Qué tienen de diferente hacer un juramento, decir un refrán, contar una historia y argumentar?, ¿qué tienen en común?
  7. ¿Qué es argumentar?

 

 

Plan de discusión 2. Cuándo es útil y necesario argumentar.

 

  1. Los familiares de Toño, de distintos modos intentan convencerlo para que no deje la escuela, ¿cuál de las maneras te parece mejor?, ¿por qué?
  2. ¿Has intentado convencer a una persona de hacer algo usando una de estas estrategias? ¿Cuál te ha parecido mejor?, ¿por qué?
  3. ¿Alguna vez has intentado convencer a alguien para que crea algo usando una de estas estrategias? ¿Cuál te ha parecido mejor?, ¿por qué?
  4. ¿Has usado alguna de esas estrategias para convencer de algo a una persona?, ¿cuál ha sido el resultado?, ¿en qué situaciones?
  5. ¿Tiene sentido argumentar con un asaltante armado para convencerlo de que no nos robe?
  6. ¿Tiene sentido argumentar para convencer a un niño de que tome sus medicinas?, ¿y a un anciano?
  7. ¿Tiene sentido que un oficial durante la batalla dé argumentos a sus soldados para convencerlos de actuar de cierto modo?
  8. ¿Para qué se usan los argumentos?, ¿en qué situaciones conviene usarlos?, ¿cuándo son pertinentes?

 

 

Plan de discusión 3. Lo que hacemos cuando hablamos.

 

  1. Jesús le dice a Pedro «Yo me haré cargo de ti». ¿Está prometiendo que lo cuidará o lo está amenazando?
  2. Memo le debe dinero a Juan y le dice «Te pagaré mañana». ¿Está prometiendo o jurando que pagará?
  3. Fernando le dice a su hermano pequeño «Levanta todo lo que dejaste tirado». ¿Le está dando una orden o le está pidiendo?
  4. ¿En qué se parecen dar una orden, pedir, jurar y prometer?
  5. Si dices «Estudio el bachillerato» o «La materia de Lógica es aburrida», ¿estás haciendo algo parecido a dar una orden, jurar o prometer algo?
  6. Si alguien dice «Yo te bautizo con el nombre de Pancho», ¿está haciendo algo similar a prometer o jurar, o es más parecido a decir «La materia de Lógica es aburrida»?
  7. Si alguien que no es ministro religioso le dice a una persona «Yo te bautizo con el nombre de Pancho», ¿en realidad lo está bautizando?, ¿qué otras condiciones deben cumplirse para que alguien bautice a otra persona?
  8. Si alguien se para frente a ti y te dice «Te insulto», ¿de verdad te está insultando?
  9. ¿Para qué se usan los juramentos, promesas, órdenes, peticiones y actos parecidos?
  10. ¿Qué hay de diferente entre esos usos y las cosas para las que empleamos oraciones como «El oro brilla», «La mantequilla está en el refri», «Me gusta el queso»?
  11. ¿Qué hacemos cuando hablamos?

 

 

Plan de discusión 4. Lo que queremos al argumentar.

 

Nota. Este plan de discusión permite relacionar el aprendizaje A1 con el A3.

 

  1. ¿Qué es lo que pretende el tío de Toño cuando ofrece sus argumentos?
  2. ¿Pueden servir para otra cosa los argumentos del tío Rodrigo?
  3. ¿Para qué le dirías a alguien uno de los argumentos que el señor Rodrigo le dijo a su sobrino?
  4. El tío parece estar convencido de que lo que sostiene es verdad. ¿Se puede usar argumentos para convencer a alguien de cosas que no son ciertas?
  5. ¿Para qué se podría argumentar en favor de ideas falsas o incorrectas?
  6. Narrar un cuento, como hace la abuelita de Toño, o hacer juramentos, ¿también se pueden usar con otros fines?
  7. ¿Qué es lo que queremos cuando argumentamos?

 

 

Ejercicios 

 

Ejercicio 1.

 

Cuando emitimos un mensaje, hacemos algo. El acto locucionario es la emisión de un mensaje. El acto ilocucionario es emitir un mensaje dirigido a alguien, como hacer una promesa, un juramento o dar una orden. Y el acto perlocucionario es la producción de un efecto o consecuencia con lo que se emite: persuadir a alguien, hacerlo enojar, tranquilizarlo, etc.

 

En los actos de habla se emplean enunciados constatativos o realizativos. Los enunciados constatativos son aquellos que pueden ser verdaderos o falsos. Los enunciados realizativos no son ni verdaderos ni falsos.

 

Instrucciones. 

 

  1. En grupos, representar distintas maneras de entender las oraciones en diferentes contextos (en el salón de clase, en la calle, por teléfono, en el chat), y según la forma en que sean dichas (con seriedad, angustia, tristeza, enfado, calma, sonriendo, burlándose).

 

  1. En relación con lo que se obtiene de la instrucción anterior, clasificar los enunciados en constatativos o realizativos.

 

  • En los actos que así sea, distinguir el ilocucionario del perlocucionario.

 

  1. Prometo que iré a tu fiesta.
  2. Hay un perro en la calle.
  3. Te pido por favor, de la manera más atenta, que me dejes de llamar por teléfono.
  4. Afuera está lloviendo.
  5. Juro que no tuve nada que ver con el robo del celular de Mariana.
  6. Quiero ir a la fiesta.
  7. Yo te tomo a ti como mi esposo.
  8. Te sugiero que no entres a ese lugar.
  9. El dinero estaba sobre la mesa de la cocina.
  10. Confieso que desearía estar ahí contigo.

 

 

Ejercicio 2.

 

El siguiente ejercicio puede servir como instrumento de evaluación una vez que han sido vistas las diferencias entre actos de habla.

 

Instrucciones.

 

  1. Indicar qué se está haciendo en cada emisión.

 

  1. Justificar brevemente la respuesta.

 

Emisión ¿Qué se está haciendo?  Justificación de la respuesta

 

No anheles impaciente el bien futuro: mira que ni el presente está seguro.
En la mesa hay un recipiente con una manzana, dos peras y algunos plátanos.
Te ordeno que te quites de ahí.
La ley humana se hace para la multitud de seres humanos. La mayoría de los seres humanos no son perfectos en virtudes. Por lo tanto, las leyes humanas no prohíben todo los vicios.

Tomás de Aquino, Summa

Theologica I-II, q. 96, a. 2

   
Érase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día.

Aun con tanta ganancia, mal contento, quiso el rico avariento descubrir de una vez la mina de oro,

y hallar en menos tiempo más tesoro.

Matóla; abrióla el vientre de contado;

pero después de haberla registrado

¿qué sucedió? Que, muerta la gallina,

perdió su huevo de oro, y no halló mina.

Samaniego

Ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios.
Bandera de México, legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y nuestros hermanos, te prometemos ser siempre fieles a
los principios de libertad y de justicia que hacen de nuestra patria la nación independiente, humana y generosa, a la que entregamos nuestra existencia.
Discriminar a una persona únicamente por su preferencia sexual es lo mismo que discriminarla  por su preferencia religiosa. La discriminación religiosa nos ha llevado en el pasado a situaciones terribles: persecución, guerra y genocidio. Si no queremos llegar a esto, debemos ser tolerantes con los que tiene otras preferencias sexuales.
Yo       confieso       ante        Dios

Todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

 

 

Ejercicio 3. 

 

La siguiente actividad puede usarse para ahondar en la discusión de en qué contextos y para qué fines pueden usarse diferentes acciones como narrar o argumentar.

 

Instrucción. Seleccionar el acto de habla que se usaría en cada situación: narrar o argumentar.

 

  1. Peleaste con un compañero y terminaron golpeándose, ¿cómo le dices al profesor por qué pasó esto? ¿Qué acto de habla ocupas?
  2. Un profesor te ha dicho que reprobarás la materia, ¿qué le dices para que te apruebe? ¿Qué acto de habla ocupas?
  3. Tus tutores no están de acuerdo con que tengas novio(a) porque piensan que eso te distraerá mucho de tus estudios, ¿cómo los convences de que no será así? ¿Qué acto de habla ocupas?
  4. Contemplas un atardecer que te ha impresionado, ¿cómo puedes compartir tu experiencia a tus amigos? ¿Qué acto de habla ocupas?
  5. Estás convencido de que una de las reglas de la escuela es mala o injusta, ¿cómo puedes mostrar esto a los demás? ¿Qué acto de habla ocupas?
  6. Tus compañeros de equipo creen que no harás la parte del trabajo que te toca, ¿qué les dices para que confíen en ti? ¿Qué acto de habla ocupas?
  7. Cuentan un chiste y alguien no lo entendió, ¿qué haces para que lo entendiera? ¿Qué acto de habla ocupas?
  8. Quieres dejar bien claro que pretendes ganar una competencia deportiva, ¿qué dices para que los demás se den cuenta? ¿Qué acto de habla ocupas?
  9. Presenciaste un robo, quienes llegan después acusan injustamente a una persona inocente de haberlo cometido, ¿qué haces para mostrarles que no es culpable? ¿Qué acto de habla ocupas?

 

 

Ejercicio 4. 

 

Para relacionar el aprendizaje A1 con A3.

 

Instrucción. Realizar lo que se solicita en cada ítem.

 

  1. Antonio está enojado con María porque ella le dijo al profesor que copió en el examen. Argumentar para convencerlo de que María hizo lo correcto.
  2. Antonio está enojado con María porque ella le dijo al profesor que copió en el examen. Argumentar para convencerla de que no debió hacerlo.
  3. Fuiste testigo de una pelea entre Rocío y Sandra. Cuéntale al profesor cómo pasó, de modo que crea que Rocío tuvo la culpa.
  4. Ahora, narra los hechos de manera que hagas ver que Sandra fue la culpable de la pelea.
  5. Describir una situación en que la emisión «Prometo que iré a tu boda» puedan interpretarse como una amenaza.
  6. Describir una situación en que la emisión «Prometo que iré a tu boda» puedan interpretarse como un compromiso de asistir a la fiesta.

 

Sugerencias de lectura para el profesor.  

 

Gutiérrez Vidrio, Silvia. “Cómo hacer cosas con palabras 50 años después”, en Razón y Palabra Número 75, año 16, febrero 2011- abril 2011. Disponible en

http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/monotematico_75/23_Gutierrez_M75.pdf

 

En este texto, la autora expone las ideas del libro Cómo hacer cosas con palabras de John Langshaw Austin. En ese libro, Austin expuso su teoría de los actos de habla y el texto se convirtió pronto en una obra central en los estudios sobre el lenguaje. En la primera mitad del artículo se expone y explica brevemente la distinción entre actos locucionarios, ilocucionarios y perlocucionarios. En la segunda mitad se explican algunas de las contribuciones más importantes a la teoría de Austin, realizadas por el filósofo John R. Searle en su importante obra Actos de habla.

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